Hoy día la alimentación humana dista mucho de la
alimentación de nuestros antepasados y es por ello que la incidencia de Cáncer y otras enfermedades crónicas no deja de
aumentar, de hecho, la cantidad global de cánceres aumenta alrededor de 12
millones de nuevos casos por año. También aumentan otras enfermedades crónicas
como las cardiopatías, la enfermedad pulmonar y la diabetes.
Según Michael Marmot, profesor de
epidemiología y salud pública del University College de Londres, autor de un
informe sobre la creciente incidencia del cáncer afirma: "Muchas de las muertes por cáncer son evitables o podrían
retrasarse. Es necesario tomar medidas cuanto antes" El experto
británico reconoce que la actual recesión económica agrava los problemas ya que
cada vez más gente está recurriendo a la “comida basura”, como señalan las
últimas cifras de ventas de ese sector.
Los
alimentos procesados y la llamada “comida basura” contienen sustancias
altamente peligrosas:
- Nitrosaminas: se forman a partir de los nitratos añadidos a muchos alimentos procesados como el beicon, tocino, jamón cocido, salami… con el fin de inhibir el crecimiento de bacterias. Estos nitritos bien sea por las propias bacterias que hay en las carnes que lo contienen, bien por las propias bacterias de nuestro organismo, se oxidan convirtiéndose en nitritos y aminas biógenas.
- El Amoniaco: Los productos nitrogenados generan amoniaco por acción de las bacterias, lo que altera el mecanismo de proliferación celular y la correcta síntesis de ADN.
- Los Fenoles: producidos por el metabolismo de la fenilalanina y de la tirosina se relacionan con cáncer de piel y de colon.
- Las Aflotoxinas: Presentes en algunas semillas, entre las cuáles la más tóxica es la Aflotoxina B1 que es altamente mutagénica.
- Las Acrilamidas: Fueron descubiertas en Abril de 2002 por la Agencia Sueca para los Alimentos y su capacidad cancerígena se corroboró en un estudio publicado en el Journal of the National Cancer Institute en el que se vio que células sometidas a bajas concentraciones de crilamidas duplicaban el número de mutaciones que las del grupo control. La FDA encontró acrilamidas en más de 750 alimentos entre ellos las bolsas de patatas fritas y aperitivos.
Pero… ¿y el agua que bebemos? Yo particularmente, recomiendo a mis
pacientes el consumo de agua mineral de calidad embotellada. El agua que bebemos del grifo tiene
diferentes concentraciones de cloro, en los que la cantidad se decide según la
calidad de su agua. En un estudio realizado por el Instituto Municipal de
Investigaciones Médicas de Barcelona y el Centro Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC), se observó que en aguas excesivamente cloradas (cuando el
agua está muy sucia), se forman unos compuestos llamados Trihalometanos , que podrían provocar cáncer, especialmente de
vejiga. Eso sumado a que el agua del grifo puede contener elevadas
concentraciones de un metal pesado muy tóxico para el cerebro como es el Plomo.
Pero incluso aunque no seamos
consumidores de comida basura, una supuesta correcta alimentación no conserva las propiedades nutritivas que
se les supone, es decir, no contienen
realmente la cantidad de nutrientes (vitaminas, minerales,
oligoelementos, etc.) que tenían originariamente. Las razones son muy
sencillas, la primera es porque el agua y la tierra de cultivo están
contaminadas con miles de productos químicos tóxicos. La segunda es porque a
esa contaminación que ya de por sí afecta a animales, árboles y plantas, se une
la de los pesticidas, herbicidas,
fungicidas, vacunas, antibióticos que terminan pasando a los frutos,
animales y plantas y cuando los ingerimos, también a nosotros. Sin contar que cada
vez existen más alimentos manipulados
genéticamente para que se conserven más tiempo frescos, para que no sean
atacados por plagas, para que maduren una vez estén en los supermercados, etc.
Es
por ello que cada vez más personas recurran a la Medicina Ortomolecular, es decir, a la suplementación de vitaminas, minerales, oligoelementos,
aminoácidos, ácidos grasos, etc. con que suplir su falta en los alimentos y
en otros casos tratar la mayoría de las enfermedades, incluido el cáncer.
La
base de un tratamiento Ortomolecular
correcto tiene cinco bases fundamentales:
- Desintoxicar el organismo. Es la fase previa y necesaria para obtener éxito.
- Seguir con una Alimentación adecuada basada en frutas y verduras de origen ecológico o biológico y cuyo consumo preferente sea en crudo o cocinadas al vapor a no más de 100º centígrados para conservar todas sus vitaminas y fundamentalmente sus enzimas.
- Complementar la dieta con los nutrientes o suplementos Ortomoleculares específicos que cada persona necesita a fin de crear las condiciones óptimas favorables que permitan un correcto funcionamiento celular y orgánico, además de potenciar el buen funcionamiento del sistema inmune.
- Evitar el sedentarismo puesto que es preciso activar el metabolismo.
- Evitar el estrés y situaciones psicoemocionales que pueden desencadenar reacciones hormonales que a largo plazo desemboquen en enfermedad.