Los productos específicamente
dirigidos a consumidores que sufren algún tipo de intolerancia o alergia se ha
incrementado un 165% en los últimos 12 años. El 74% de la población es
intolerante al gluten o al trigo, el 56% tienen algún tipo de intolerancia a la
leche, el 43% padece intolerancia al polvo o a los ácaros del polvo, el 46% son
intolerantes a su propia mascota, un 23% son intolerantes a algún tipo de
elemento de las ensaladas, el 18% muestran una intolerancia a los productos
químicos utilizados en la mayoría de los detergentes modernos.
Según un estudio
británico una de cada diez personas
evitan la lactosa y el gluten, una cifra baja comparada con las dos de cada
tres personas que evitan alimentos grasos. En la misma línea, una de cada tres
evita el azúcar y las grasas saturadas, y una de cada cuatro evita la sal. Del
estudio, basado en una encuesta realizada a mil amas de casa de todos los
niveles socioeconómicos, se desprendía que entre las preocupaciones relacionadas con la comida estaban el síndrome
del intestino irritado (12%), las migrañas (14%) y, en menor grado, alergias o
intolerancias como la alergia a la lactosa y gluten (3%), cereales (4%) o
cacahuete y otras (3%). (Eroski consumer).
Lo primero que tenemos que
hacer es identificar los alimentos a los cuales se es intolerante, mediante un estudio específico en sangre en el que se
mide IgG específica a una batería de alimentos u aditivos de uso común. De
esta manera quitamos la agresión continua de la mucosa intestinal y podemos
comenzar a trabajar en el restablecimiento de la flora normal y la regeneración
intestinal. Es también primordial
valorar la funcionalidad hepática, ya que estos pacientes están altamente
intoxicados, genéticamente están predeterminadas con un hígado perezoso en los procesos de desintoxicación, o por la
existencia de una malnutrición con
déficits de vitaminas, minerales y oligoelementos esenciales para el
funcionamiento de las reacciones enzimáticas del hígado como es el caso del Selenio, oligoelemento esencial para la
síntesis de la enzima Glutatión
encargada de procesos de detoxificación hepática y control de los radicales
libres. Una vez hecho el diagnóstico mediante el estudio de Intolerancias Alimentarias y de Disbiosis Intestinal
confeccionamos un protocolo de trabajo abarcando una justa reposición
nutricional a nivel celular, control del estrés oxidativo, reequilibrio
intestinal y desintoxicación hepática.
Se entiende por intolerancia a los
alimentos la incapacidad de consumir ciertos alimentos o nutrientes sin
sufrir efectos adversos sobre la salud, que pueden ser más o menos rápidos. Es
otro tipo de reacción inmunológica o alergia no mediada por IgE, si no por IgG. Estas reacciones alérgicas
retrasadas (a veces referidas como sensibilidad o intolerancia alimentaria)
podrían ser más difíciles de detectar ya
que se producen horas o días después de la ingesta del alimento. Las
intolerancias alimentarias, que no sean medidas por el sistema inmune, se pueden
dar como consecuencia de diversos factores, entre los que se incluyen:
- Liberación no inmunológica de histamina: Los síntomas son muy similares a los de una alergia, y pueden ser dolor de cabeza, tumefacción, urticaria, vómitos y diarrea. Una sustancia llamada histamina se libera (también se libera en las reacciones alérgicas auténticas) como respuesta a alimentos como el marisco o las fresas.
- Defectos enzimáticos o del metabolismo: La carencia o la deficiencia de las enzimas responsables de la digestión alimentaria pueden causar muchas clases de intolerancia alimentaria. Por ejemplo, una deficiencia de lactasa, la enzima responsable de la digestión de la leche, causa intolerancia a la leche. La Pseudoceliaquía es una intolerancia del intestino a una proteína que se encuentra en el trigo, llamada gluten. Los síntomas se controlan siguiendo una dieta sin gluten.
- Efectos Farmacológicos: Algunas sustancias alimentarias pueden actuar como fármacos, especialmente si se toman en grandes cantidades. La más conocida de estas sustancias es la cafeína, que se encuentra en el té, el café, el chocolate y en refrescos de cola. Una gran ingesta de cafeína puede causar temblores, migraña y palpitaciones. Entre otras sustancias activas farmacológicas que se encuentran en los alimentos están la histamina, la tiramina, la triptamina y la serotonina, que se pueden consumir en alimentos como el vino tinto, el queso, el extracto de levadura, los aguacates y los plátanos. En las personas sensibles, estos alimentos les pueden producir urticaria, rubor y dolores de cabeza.
- Intolerancia alimentaria de origen desconocido: Las reacciones pueden originarse como consecuencia de muchos alimentos y productos alimenticios que todavía no se conocen del todo. Pueden ser o no ser reacciones alérgicas. Los aditivos alimentarios, concretamente la tartracina y el benzoato sódico, pueden provocar urticaria, rinitis y asma. Las levaduras pueden producir una serie de reacciones en algunas personas, sobre todo alteraciones en la piel.
Se sospecha que estas “alergias ocultas” pueden afectar al 60% de la población y dar lugar a la aparición o agravamiento de cuadros clínicos, llegando
a producir en algunos casos dolencias crónicas. El consumo continuado de un
alimento dañino puede dar como resultado una reacción inmunológica en la que se
incluye la formación de inmunocomplejos, capaz de agravar el desarrollo de
trastornos gastrointestinales, dermatológicos, neurológicos, musculares y
respiratorios.
Posibles síntomas y cuadros clínicos
asociados a la intolerancia alimentaria
- Digestivos Síndrome del intestino irritable, Estreñimiento crónico, Diarrea, Flatulencia, Indigestión, Cólicos.
- Cutáneos: Rosácea, Acné, Enrojecimiento cutáneo, Eccemas.
- Psicológicos: Astenia, Ansiedad, Letargia.
- Músculo-Esqueléticas: Artralgias, Mialgias, Artritis.
- Cabeza y Cuello: Goteo nasal, Congestión nasal, Irritación de garganta, dolores de cabeza, Migrañas.
- Otras: Ganancia de peso, Retención de líquidos, Hipersudoración.
Es importante saber
relacionar la sintomatología anteriormente referida horas después de haber
ingerido un alimento sospechoso o auténticos cuadros clínicos y autoinmunes
derivados del consumo continuado de estos. De esta manera se produce un círculo vicioso de mayor ataque a la mucosa
intestinal, mayor porosidad intestinal y disbiosis intestinal y mayor
reacción inmunológica dando lugar a que si en un comienzo era sólo un alimento
el que producía intolerancia, se termina con no tolerar casi nada, y ya no sólo
alimentos, sino olores, aditivos, etc.