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miércoles, 20 de marzo de 2013

Alimentación Actual y Enfermedad Crónica


Hoy día la alimentación humana dista mucho de la alimentación de nuestros antepasados y es por ello que la incidencia de Cáncer y otras enfermedades crónicas no deja de aumentar, de hecho, la cantidad global de cánceres aumenta alrededor de 12 millones de nuevos casos por año. También aumentan otras enfermedades crónicas como las cardiopatías, la enfermedad pulmonar y la diabetes. 

Según Michael Marmot, profesor de epidemiología y salud pública del University College de Londres, autor de un informe sobre la creciente incidencia del cáncer afirma: "Muchas de las muertes por cáncer son evitables o podrían retrasarse. Es necesario tomar medidas cuanto antes" El experto británico reconoce que la actual recesión económica agrava los problemas ya que cada vez más gente está recurriendo a la “comida basura”, como señalan las últimas cifras de ventas de ese sector.

Los alimentos procesados y la llamada “comida basura” contienen sustancias altamente peligrosas:

  • Nitrosaminas: se forman a partir de los nitratos añadidos a muchos alimentos procesados como el beicon, tocino, jamón cocido, salami… con el fin de inhibir el crecimiento de bacterias. Estos nitritos bien sea por las propias bacterias que hay en las carnes que lo contienen, bien por las propias bacterias de nuestro organismo, se oxidan convirtiéndose en nitritos y aminas biógenas. 
  • El Amoniaco: Los productos nitrogenados generan amoniaco por acción de las bacterias, lo que altera el mecanismo de proliferación celular y la correcta síntesis de ADN. 
  • Los Fenoles: producidos por el metabolismo de la fenilalanina y de la tirosina se relacionan con cáncer de piel y de colon. 
  • Las Aflotoxinas: Presentes en algunas semillas, entre las cuáles la más tóxica es la Aflotoxina B1 que es altamente mutagénica. 
  • Las Acrilamidas: Fueron descubiertas en Abril de 2002 por la Agencia Sueca para los Alimentos y su capacidad cancerígena se corroboró en un estudio publicado en el Journal of the National Cancer Institute en el que se vio que células sometidas a bajas concentraciones de crilamidas duplicaban el número de mutaciones que las del grupo control. La FDA encontró acrilamidas en más de 750 alimentos entre ellos las bolsas de patatas fritas y aperitivos
Pero… ¿y el agua que bebemos? Yo particularmente, recomiendo a mis pacientes el consumo de agua mineral de calidad embotellada. El agua que bebemos del grifo tiene diferentes concentraciones de cloro, en los que la cantidad se decide según la calidad de su agua. En un estudio realizado por el Instituto Municipal de Investigaciones Médicas de Barcelona y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se observó que en aguas excesivamente cloradas (cuando el agua está muy sucia), se forman unos compuestos llamados Trihalometanos , que podrían provocar cáncer, especialmente de vejiga. Eso sumado a que el agua del grifo puede contener elevadas concentraciones de un metal pesado muy tóxico para el cerebro como es el Plomo.


Pero incluso aunque no seamos consumidores de comida basura, una supuesta correcta alimentación no conserva las propiedades nutritivas que se les supone, es decir, no contienen  realmente la cantidad de nutrientes (vitaminas, minerales, oligoelementos, etc.) que tenían originariamente. Las razones son muy sencillas, la primera es porque el agua y la tierra de cultivo están contaminadas con miles de productos químicos tóxicos. La segunda es porque a esa contaminación que ya de por sí afecta a animales, árboles y plantas, se une la de los pesticidas, herbicidas, fungicidas, vacunas, antibióticos que terminan pasando a los frutos, animales y plantas y cuando los ingerimos, también a nosotros. Sin contar que cada vez existen más alimentos manipulados genéticamente para que se conserven más tiempo frescos, para que no sean atacados por plagas, para que maduren una vez estén en los supermercados, etc.



Es por ello que cada vez más personas recurran a la Medicina Ortomolecular, es decir, a la suplementación de vitaminas, minerales, oligoelementos, aminoácidos, ácidos grasos, etc. con que suplir su falta en los alimentos y en otros casos tratar la mayoría de las enfermedades, incluido el cáncer. 

La base de un tratamiento Ortomolecular correcto tiene cinco bases fundamentales:
  1. Desintoxicar el organismo. Es la fase previa y necesaria para obtener éxito. 
  2. Seguir con una Alimentación adecuada basada en frutas y verduras de origen ecológico o biológico y cuyo consumo preferente sea en crudo o cocinadas al vapor a no más de 100º centígrados para conservar todas sus vitaminas y fundamentalmente sus enzimas. 
  3. Complementar la dieta con los nutrientes o suplementos Ortomoleculares específicos que cada persona necesita a fin de crear las condiciones óptimas favorables que permitan un correcto funcionamiento celular y orgánico, además de potenciar el buen funcionamiento del sistema inmune. 
  4. Evitar el sedentarismo puesto que es preciso activar el metabolismo. 
  5. Evitar el estrés y situaciones psicoemocionales que pueden desencadenar reacciones hormonales que a largo plazo desemboquen en enfermedad.

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